Chano y el helado
Como todos los días, al cerrar la escuela, de vuelta a casa con sus amigos. Los cinco siempre juntos a cualquier parte. Inseparables desde que sus madres les sostenían en brazos. Esa tarde, José y Chano subieron al autobús escolar con su helado preferido y se sentaron en los últimos huecos vacíos. Les duró poco la alegría. De pronto, el chocolate y la nata del cucurucho cubrió toda su cara con el envite propinado por los colegas graciosillos que se la tenían jurada — no hacía falta ningún motivo. Al verlos a los dos solos, pensaron que se achantarían a la chulería. Instintivamente, Chano y su amigo, lejos de montar en cólera, recogieron con sus manos todo aquello que les llenaba ojos y boca por el impacto cucuruchero y lo compartieron en la cara de sorpresa de sus atacantes. El autobús seguía su curso, pero el conductor notaba que los gritos y movimientos eran diferentes a los de otras tardes. Se iban uniendo compañeros de clase y el griterio cada ve...