Chano y el helado

 




Como todos los días, al cerrar la escuela, de vuelta a casa con sus amigos. Los cinco siempre juntos a cualquier parte. Inseparables desde que sus madres les sostenían en brazos. Esa tarde, José y Chano subieron al autobús escolar con su helado preferido y se sentaron en los últimos huecos vacíos. Les duró poco la alegría. De pronto, el chocolate y la nata del cucurucho cubrió toda su cara con el envite propinado por los colegas  graciosillos que se la tenían jurada — no hacía falta ningún motivo. 
Al verlos a los dos solos, pensaron que se achantarían a la chulería. 

Instintivamente, Chano y su amigo, lejos de montar en cólera, recogieron con sus manos todo aquello que les llenaba ojos y boca por el impacto cucuruchero y lo compartieron en la cara de sorpresa de sus atacantes.

 El autobús seguía su curso, pero el conductor notaba que los gritos y movimientos eran diferentes a los de otras tardes. Se iban uniendo  compañeros de clase y el griterio cada vez más consolidado.

 Pablo, Martín y Vicente al ver a sus amigos en una situación que no sabían de qué se trataba, corrieron a su encuentro y le preguntaron a Chano y a José: ¿ contra quienes tenemos que luchar? A  los graciosillos no les gustó lo más mínimo que aparecieran los otros ya que no los vieron al subir. Eran una piña y si se metían con uno de ellos, se sentían todos atacados.

 Los cinco, salieron victoriosos de aquella batalla. Ahora les tocaba lidiar con la reprimenda de sus madres. No quedaba nada de las camisas blancas y los pantalones claros de la mañana. Y ahora,el chocolate se extendía más alla de sus rodillas. Pero en el fondo,con su mente soñadora,se sentían gladiadores aplaudidos por el resto del coso autobusero.

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