A veces el cielo tiene ganas de hablar, pero no lo escuchamos. Cerramos los ojos cuando deslumbra su luz, o lo desvirtuamos detrás de unas gafas de sol. Y cuando ofrece sus gotas de agua nos preservamos debajo de un paraguas. Así transcurre todo en la vida. Dejamos de sentir el presente por miedo a ser dañados por alguna razón inexistente.