Hora del Desayuno

 Me gusta desayunar todas las mañanas en la cafetería. Es una costumbre que adquirí cuando empecé a trabajar y la mantengo todas las veces que no estoy viajando por motivos de empresa.

Es el único momento del día en el que me siento relajado. Me gusta el sitio donde voy porque el primer día que traspasé la puerta y sonó una campanilla anunciando mi entrada,me llamó la atención  la barra del bar. Es de las antiguas, de madera oscura, con cuerpo.  Esos nudos añosos que habrán sido testigos de mil confidencias de clientes habituales como prolongación de sus casas. El olor que parece desprender a tazas de café cargadas de "buenos días", ¿quiere unas porras calentitas, o una magadalena  recién traída del horno? 

Le da un encanto especial y una personalidad que me recuerda a los bares del pueblo donde nací.

En el alféizar de la ventana los dueños tienen dispuestas unas macetas con flores y plantas aromáticas. 

Abren muy temprano y cuando tengo que estar a primera hora en la oficina me siento delante del cristal y veo amanecer.

Una sensación muy hermosa y que tiene un encanto especial son los días de lluvia. Lluvia  tan fina que obliga a los pájaros a resguardarse al abrigo de las plantas.


Siempre pienso que tendría que guardar esa imagen en una fotografía, pero inmediatamente rechazo  la idea porque las sensaciones no tienen sentido en un papel o en un fotograma.

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