El aeropuerto

 



Hoy en día nos cuesta creer que hubo un tiempo en que los aeropuertos eran el recurso familiar para pasar las tardes de domingo con los niños.

¡Qué emoción levantar la cabeza y ver sobrevolar a ese pájaro gigante!. La boca abierta ante el estruendo que se formaba por encima de nosotros. Parecía como si se abriera el cielo. Nuestros padres sabían que disfrutábamos y  alentaban el espectáculo entre bocado y bocado de la merienda.

Recuerdo que éramos muy pequeños. Hermanos y primos de edades similares que nos encantaba imaginar historias. Ruido ensordecedor ante el griterío que formábamos al ver aparecer a los aviones en la pista. Los despegues generaban adrenalina y con nuestros bracitos seguíamos la silueta en el aire. ¡Fiuuuu! De derecha a izquierda los que se iban y al contrario para los que iniciaban el aterrizaje. En ambos casos plaudìamos como si formáramos parte de la tripulación o el pasaje.

No teníamos ni idea del destino de los trayectos, pero por los nombres de los aviones los primos más mayores avisaban si eran nacionales o extranjeros. No disponíamos de más información, pero no nos hacía falta porque nuestra imaginación creaba historias y más historias.  Ya nos veíamos con una maleta, subiendo las escaleras de embarque y saludando como las grandes estrellas del cine.¡Adiós! ¡Bye bye! Con esa mano levantada que giraba como si estuviéramos desenroscando una bombilla.

Poníamos voces de pito decidiendo si esa semana iríamos a Paris o mejor a Londres. Los museos que visitaríamos (porque los mayores solían siempre visitar museos cuando iban de viaje) o los Parques temáticos más de moda en esos momentos que veíamos en la televisión.

Todo esto se gestaba tanto en la valla metálica exterior del aeropuerto como dentro de él frente a las enormes cristaleras, donde no había restricciones de entrada. 

No conocíamos el miedo de los atentados, de los secuestros en los aviones, de los infinitos controles de maletas ni de miradas sospechosas según la vestimenta de los pasajeros. Éramos fruto de un mundo feliz. O al menos así nos lo hicieron vivir nuestras familias. 

No tuvimos que exiliarnos del país angustiados por el miedo y sin rumbo donde reconstruir tu propia vida. Desconocíamos lo que significaba el toque de queda y no dormir por el ruido de las bombas. No sabíamos nada de eso. 

Lo único que había gestado nuestras mentes infantiles era que cuando llegase el siglo XXI vestiríamos con escafandras paseando por los cráteres de la luna. La comida sería a base de pastillas y todo estaría mecanizado. Nos desplazaríamos en naves espaciales por el cielo y seríamos inmortales.

A día de hoy puede que tuviésemos una percepción equivocada......¿o no?


Comentarios

  1. Que tiempos aquellos de nuestra juventud felices y sin preocupaciones,gracias por recordarnoslos

    ResponderEliminar
  2. Así es! Tengo la suerte de haber trabajado unos 13 años en aeropuertos nacionales e internacionales y siempre sentía ese gusanillo en la tripa al mezclarme con los pasajeros y su gran variedad de emociones: despedidas, llantos, recibimientos, etc. Gracias por reavivar ese sentimiento!

    ResponderEliminar
  3. Me alegro mucho de poder compartir dichos sentimientos. Gracias

    ResponderEliminar
  4. Aquellos tiempos de avances por las vías aéreas eran tan extraordinarios para nuestros ojos que nuestros corazones quedaron maravillados ...latiendo con más fuerza ante aquello que desconocíamos y que apenas dábamos crédito. Gracias a esos padres que al igual que nosotros fuimos entusiastas de una nueva era que no deberíamos desaprovechar para el Buen HACER 💞☺

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Primer mundo

El Parador de Ketama

Bokketo