Nunca me ha convencido este término. Implica supremacía sobre el denominado tercer mundo. ¿Donde queda el segundo? Mientras existan convicciones, como por ejemplo, "no comer para no engordar", o bien " necesariamente tengo que renovar armario cada temporada", y muchas de este tipo. En contraposición a las personas de los campos de refugiados, a los habitantes de Cuba -como estos días, que no tienen qué comer, o no pueden obtener medicinas para sus enfermos. Me parece muy injusta la mal llamada globalización. No banalicemos sobre los problemas del globo terrestre. Mejor girar nuestros ojos a derecha o izquierda. Sentir las pisadas de los que van por delante y ofrecer la mano a los que van quedando atrás. Me emociona observar que se le hace un homenaje a un perro que permaneció al lado de su amo hasta después de la muerte de éste. Eso se llama fidelidad. ¿Cúal es tu fidelidad? ¿Qué aportas a tu sentido de la vida? ¿ Se mueve algo en tu corazón ante los más desvalido
No elegimos dónde nacemos. Nos nacen. El baile de la vida nos hace danzar compases admirables y en otras ocasiones no entendemos qué música está sonando.¡ Pero qué bello es ser aceptado para formar parte de la vida de una buena persona!. Sentadas frente a frente. Aspirando el aroma del café preparado con esmero de una forma muy especial -que queda para nosotras, y que me dibuja una fresca sonrisa-, al abrigo de una chimenea y por pared la naturaleza viva a través de un cristal de dimensiones magníficas. Hablando horas y horas del Parador de Ketama, de las montañas del Rif, de los viajes a Melilla, Tetuán o Tánger, del día de su Puesta de Largo, de las personas que le han ido aportando Amor a su vida, de su hijo. Cerrar los ojos mientras su discurso te hace sentir entregada al olor de hierba mojada por la lluvia bajo las pisadas de caballos, el ir y venir de los huéspedes del parador, el brillo de sus ojos al evocar todos estos recuerdos, casi podías imaginar a esa niña escondi
Sonaban y sonaban aquellas canciones de voz rasgada acompañadas por la pobre melodía de un piano desafinado. Salí a fumar a la terraza para que aquel sonido me dejara tranquilo al menos unos segundos. Sofía había bebido –como cada noche en estos últimos dos años después de la muerte de nuestro hijo. Un varón. El niño más precioso que jamás haya pisado este mundo. Ella mitiga el dolor bebiendo y bailando en los antros que visitamos y que, si no hubiera sido por lo despedazados de nuestros corazones, tal vez nunca se nos hubiera ocurrido traspasar todas esas puertas que, ahora,como una letanía, nos vemos atrapados en ellas. Buscamos los bares donde acuden personas ajenas a nuestro círculo social y que a simple vista cualquiera deduciría que también se encuentran perdidos, como nosotros. Bebiendo. Huyendo de algo o de alguien. Deseando que el reloj se detenga y, con suerte, no volver a ver amanecer un nuevo día. No importa el motivo de cada cual. Compartimos el desgarro sin tener que gu
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