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Chano y La Dama de Elche

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  Al finalizar cuarto y reválida, desde el colegio se organizó una excursión a Madrid.  Chano tendría unos doce o trece años y mucha ilusión.En su casa siempre se había dicho que La Dama de Elche estaba alli,en la capital. Sus padres, tantos años lejos de la Comunidad Valenciana, le inculcaron el amor por las tradiciones de la familia de orígen. Y, por supuesto, el hallazgo en Elche de La Dama siempre fue un símbolo muy querido para la ciudad y para todos los ilicitanos, como así le contagiaron el amor por esta tierra. Chano, con la mente siempre curiosa, pensó que era el momento idóneo para apreciar con sus propios ojos la belleza ibera tan idealizada.  Uno de los dias en que el programa de visitas les concedía un par de horas libres, él y su amigo Víctor - que era valenciano-, acordaron salir del hotel temprano y coger un taxi.  El taxista,sorprendido por la edad de sus clientes y por la unanimidad de respuesta al preguntar a qué dirección les llevaba, pensó que se habrían dormido e

Luna lunera

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  Miró hacia el cielo y preguntó—¿de qué se ha llenado? La inocencia infantil cuestiona matices obvios que los adultos pasamos de largo.  Nuestro mundo pierde la fantasía e ilusión por recrear animaciones en la naturaleza y en el cosmos.  —¿Si se llama luna llena será por algo? —insiste.  La miras con detenimiento y descubres sus montañas, sus océanos, tal vez algún ser fantástico que te saluda con su mano, pero imperceptible a tus ojos racionales que sólo ven un calendario lleno de tareas en tu agenda diaria. Ciérralos para juntos imaginar una excursión por sus cráteres. Mochila y agua para el camino. Hasta se te dibuja una sonrisa y vuelves a ser niño.  ¿A que ahora puedes recordar que también TÚ preguntabas por qué el mar tenía tanta agua? Como un cuadro al óleo no puedo ni quiero olvidar a ese niño rubio de ojos azules, mirando al cielo a través de la puerta de madera azul desgastada. Esa que cerraba el pequeño patio,pero que, entornada, dejaba que la mano lunera  acariciara su car

Bocadillo colombiano

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El bocadillo es un dulce latinoamericano que se prepara con pulpa de guayaba, panela de caña de azúcar o azúcar refinada, que puede envolverse en hojas de bijao, maíz o plátano. Es semejante a la carne de membrillo y al ate. La riqueza cultural que nos ofrecen tantas personas venidas de otros paises con las que compartimos vivencias, a veces es sutilmente valorada. La palabra es un medio de comunicación infalible para conectarnos. Sólo tienes que acercarte al alma de aquellos que han tenido que dejar su lugar de nacimiento para hacerse un hueco a miles de quilómetros de su familia.  Mundo al que acuden para alcanzar oportunidades vitales que les obligan a salir del suyo. Traen cultura, percepciones diferentes de la misma realidad compartida. Acariciemos las historias venidas de otros paises. Por hablar diferente o tener  color de piel distinto al tuyo; hay más cosas que nos unen de las que piensas que nos diferencian. Bocadillo colombiano sostenido por  las manos de Elena Díaz Jiménez.

lA cAsA

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Se plantaba cada mañana cansada. Andaba a gatas.  La casa blanca para la afamada dama la abrazaba callada.  Acampada   brava:  ramas, sábanas, mangas, la saca amarrada para las vanas mantas aplastadas. Arantza hablaba. Avanzada a la magna carcajada para  atascar la trampa abancalada, vallada  para las ratas, para las gatas, para la payasada... Azarada para la batalla, andaba ya apañada la casa.  Sara. Ama panzada. Jamás achantaba la alcanzada alpargatera llamada. Tal ráfaga anclada a la palangana azafrán; la capataza cantamañanas captaba la carnavalada. Bramava: ¡acampada jamás!, la casa acaparará la alhaja callada, traspasada para la calma. ¡Vana alma amada! Arantza, malparada, jamás aplazará la jarana. Pactará la batalla para la mañana apalabrada. Texto dedicado a la escritora Carmen J. Nieto  https://twitter.com/C_J_Nieto?s=20   por su "Taller práctico de escritura con restricción".  

Chano y el helado

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  Como todos los días, al cerrar la escuela, de vuelta a casa con sus amigos. Los cinco siempre juntos a cualquier parte. Inseparables desde que sus madres les sostenían en brazos. Esa tarde, José y Chano subieron al autobús escolar con su helado preferido y se sentaron en los últimos huecos vacíos. Les duró poco la alegría. De pronto, el chocolate y la nata del cucurucho cubrió toda su cara con el envite propinado por los colegas  graciosillos que se la tenían jurada — no hacía falta ningún motivo.  Al verlos a los dos solos, pensaron que se achantarían a la chulería.  Instintivamente, Chano y su amigo, lejos de montar en cólera, recogieron con sus manos todo aquello que les llenaba ojos y boca por el impacto cucuruchero y lo compartieron en la cara de sorpresa de sus atacantes.  El autobús seguía su curso, pero el conductor notaba que los gritos y movimientos eran diferentes a los de otras tardes. Se iban uniendo  compañeros de clase y el griterio cada vez más consolidado.  Pablo, Ma

Alumbrado público

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  Cuando no había tanta contaminación lumínica sabíamos que existía el cielo con sus estrellas, sus luceros y alguna que otra visión fugaz que nos dejaba desconcertados y sorprendidos al mismo tiempo. Desde un avión nos parece ver la ciudad como un pequeño enjambre de lucecitas de Navidad incluso en agosto.  Toda esa energía tan potente ha acostumbrado a nuestros ojos a ser víctimas inocentes de semejante invasión artificial. Recuerdo paseando por una ciudad de Europa del Este que las calles solo contaban  con unas simples bombillas. La primera impresión fue de oscuridad, pero en realidad no se necesitaba más.  A veces conviene ser coherente entre lo que nos ofrecen y lo que realmente necesitamos..

Lazos

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  Lazos que atan. Lazos que vuelan. Otros ahogan.  Y los que llaman de sangre.  Ese hilo rojo invisible que te une a una persona para complementar tus risas y  enjugar tus llantos. Breve susurro de brisa que roza tu cara y cierra tus párpados. Tiempo que vuelve cuando ha pasado la tormenta. Y tú sin enterarte. Recuperar adioses no pronunciados y encuentros vacios de espacio. De pronto. Una mañana cualquiera. A cualquier hora, cintas de colores vuelven a trenzar lazos envueltos de abrazos y recuerdos. Así son las relaciones, unas se despiden para siempre y otras se vuelven a encontrar porque su camino necesitaba de un respiro.