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Hoy no quiero decir nada

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 Hoy no quiero decir nada porque tampoco se tiene que estar hablando todo el rato.  Mientras muevo la cucharilla  en la taza del café cortado,- que no sé porqué lo llamamos así-, no quiero pensar en nada.  No me quiero acordar que nos supera la sobreinformación cuando encendemos la televisión  y nos hablan día tras día de la subida de la luz. En vez de anunciarnos que se está trabajando por mantener unos precios adecuados al nivel de vida de las clases más desfavorecidas, que son  las más oprimidas y con más dificultades para afrontar el día a día. Veo que no me han servido el azúcar y cuando me dispongo a llamar a la camarera me acuerdo que lo tomo solo. En ese momento me ha venido a la cabeza un tema, pero como no quiero hablar, tampoco voy a  comentar sobre la bajada de las tasa de desempleo en nuestro país porque sólo se trata de  momentos estacionales muy puntuales. El trabajo es muy inestable y nunca se acaba de formar a la gente porque cuando se inicia dicho proceso hay que fini

Lengua de fuego

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Lengua de fuego que arrasa miles de hogares en La Palma.  No podemos ni debemos sentirnos ajenos a  situaciones que por su dramatismo escapan al control humano.  La fuerza de la naturaleza nos sobreviene imparable de tanto en tanto. En estos días, para los vecinos de La Palma es un momento de rasgado sufrimiento , como también lo fue para los de Lorca  con el terremoto, las inundaciones del levante  y así por todo nuestro territorio. Las entrañas de la tierra están vivas y sufren el mismo proceso en paralelo con el desgaste que la humanidad hace de los recursos naturales a nuestro alcance. En cada tramo de edad nos da por poner el foco de atención en cosas que no lo pondríamos en otros momentos. Ahí se ve el paso del tiempo. Así cuando se es joven y ves a una persona de 50 años, lo consideras viejo; cuando tú cumples ese medio siglo, te ves espléndido. Será porque a medida que vas ganando altura puedes ves a otros directamente a los ojos, sin levantar o bajar la cabeza.  Una buena cost

Chano y la pila

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  Chano es mi primo.  Me insiste en que quiere participar en este blog porque dice que su vida ha sido muy interesante y muy diferente a la de otros niños. Le miro  con ojos interrogantes, por lo de "interesante", y le conmino a dejarlo para otro día. De pequeño era muy muy travieso. Y ahora no se si utilizar el mismo adjetivo u otro que exprese lo cansino que se pone a veces cuando quiere algo. Puedo imaginar, como una posibilidad muy certera, que si esto me lo dice cuando tenía cuatro años hubiera abierto los ojos al mismo tiempo que la boca, enarcando las cejas e intentando que no se me notara ese punto entre la perplejidad e incredulidad al oír semejante sentencia: ¡querer contar su " historia"! Tan pequeño y tan convencido. Pero Chano era, es y seguirá siendo el mismo, una caja de sorpresas. Esto lo digo porque como veréis en estos capítulos que le dedicaremos, si os gusta, tenía una capacidad resolutiva muy arriesgada para tan corta edad. Contaremos algunos mo

AGRADECIMIENTO

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  Cuando tenemos tantas cosas por leer e infinidad de información que nos llega de forma virtual a nuestros hogares sin siquiera llamar a la puerta; es un regalo inmenso que se hayan detenido el tiempo que dura un relato en esta voz emitida a través del teclado. Dos mil personas han leído al menos una de las publicaciones.  Les reitero mi respeto y agradecimiento.  Les leo en los comentarios que deseen hacer.

¡Buen equipo!

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  ¿Qué sucedería... si los ordenadores pudieran hablar con sus propietarios? Otra vez se acerca para abrir mi casa. No sé si tendré batería suficiente. Anoche fue una locura. Me descargué. Me enchufó y siguió escribiendo hasta altas horas de la madrugada. ¡qué suplicio! Venga darle fuerte a las teclas. Y cuando finalizaba la frase con  los puntos parecía que quería perforarme…. Yo creo que algo no le salía bien porque de vez en cuando le oía resoplar y, cuando menos me lo esperaba, zas,…..borraba todo lo escrito. Yo estaba agotado. ¡No por ser una máquina me tiene que machacar de esta forma! Me entró dolor de cabeza. Me enfadé y apagué la pantalla. Creo que no le gustó porque empezó a proferir unas palabrotas que sólo pronuncia cuando algo va francamente mal. Hay ocasiones en que sus dedos parece que dancen al son de una melodía preciosa que nos gusta mucho a ambos. Pero anoche le oí algo parecido a que se cerraba el plazo, que no le daba tiempo a entregar el trabajo, que no le s

Ana Frank

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  El nombre de esta niña posiblemente lo hayan oído en alguna ocasión. Ana Frank. Si no es así, les recomendaría reservar un espacio de tiempo para su lectura.  El libro “El diario de Ana Frank” es el fruto de varios cuadernos escritos entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944. Años en los que la familia de Ana, alemanes de origen judío,  permaneció oculta de los nazis en Ámsterdam durante la Segunda Guerra Mundial hasta que fueron descubiertos. Murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen en Alemania. Ana Frank forjó su vida dentro de una casa a la que llamaba “de escondidos”. Soñaba que llegaría el día en que podría volver al colegio, pasear por la calle a la luz del sol, reír, respirar el aire puro de los árboles o las chimeneas de las fábricas. Soñaba con la libertad. Quería dejar atrás esa oscuridad en la que vivía por no poder encender las luces de la habitación para que desde la calle no fueran descubiertos. Tener un interruptor y no poder accionarlo. Esa oscu

El comisario y mi padre

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  Se estaba volviendo una práctica habitual ir a la comisaría, día sí y día también. Tengo que encontrar una solución de forma rápida porque no es bueno ni para él ni para mí. La situación se va agravando, ya me lo dijo el médico , y cada vez va a peor ,pensé de camino a buscar a mi padre. –Buenos días Jacinto! –¡Buenos días Pepe! –Está en la sala de espera. Ahora está tranquilo, no te preocupes. Atravesar aquella puerta, con la mirada de los agentes siguiendo cada paso que me llevaba al despacho del comisario, estaba siendo un suplicio. En el último mes había pasado por aquí unas cuatro veces. Casi una por semana. –Lo siento mucho –dije con un profundo pesar. –¿Qué ha sido esta vez? –me preguntó el comisario entre cansado por ejercer casi de niñera y, sin apenas mirarme a los ojos, revolviendo papeles de su mesa. Su entrecejo arrugado me pareció que estaba molesto por tratar este tipo de asuntos –Lo de la semana pasada. Aprovechó un descuido de la cuidadora y salió esca